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NOTA: Las imágenes que adornan este post no tienen relación directa con el texto, sin embargo he considerado que harían amena su lectura e ilustrarían algunos momentos de mi realidad cotidiana en Monti, concretamente de mi piso, del que prometí que hablaría, pero tendrá que ser más adelante.


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Por fin ha vuelto todo a la normalidad, vuelvo a tener internet, tras un intento fallido de compartir conexión con mis vecinos (les dejé unas cartas en los buzones pidiéndoles que compartiesen su internet conmigo, que yo les pagaría mensualmente, en un arrebato de necesidad). Esto, evidentemente, fue una pésima idea y no me hicieron ni puto caso, así que dos días después claudiqué y me planté en mi tienda/videoclub Vidéotron más cercano, firmando lo que hiciese falta a cambio de poder pasar las horas muertas mirando como el feed de mi Facebook no se actualiza porque mis amigos, allende los mares, duermen hace horas.


El caso es que me han ocurrido muchas anécdotas desde que estoy en la coqueta localidad de Montréal. Quería haberme llevado la cámara algún día de paseo por el barrio para fotografiar todos los árboles (presuntamente arces, aunque yo no soy botánico) con sus bonitas hojas rojas y amarillas, que a menudo cubren toda la acera. 


Sin embargo, si que he tenido tiempo de sacarle una foto al misterioso y seductor mensaje que encontré en el espejo de mi apartamento cuando lo visité por primera vez.


El clima es muy tripolar, a veces hace buen tiempo, a veces llueve a cántaros y hay rachas de viento súper fuertes (gracias a la sección de aproximadamente una hora de El tiempo, de Tve1, por la jerga). El otro día fue uno de esos días de lluvia y vendabal. Hagas lo que hagas vas a salir perdiendo. Yo opté por chaqueta sin capucha y paraguas y por poco me vuelo, además, el paraguas se daba la vuelta y resultaba totalmente inútil.


Mi vida social es prácticamente inexistente, pero no sólo porque no exista como tal, sino porque siento que mi tiempo libre está bien invertido en descansar, puesto que el trabajo me come vivo. Tengo que preparar los grupos de conversación, que trabajar en la oficina prestando y devolviendo libros y haciendo otras labores y además en el departamento, a pesar de que parecía que no iba a tener que hacer nada y que iba a vivir súper desahogao, la semana pasada mi jefe me entregó un fardo lleno de trabajos de traducción de sus alumnos para que los corrigiera (el viejo truco de los becarios cardan la lana). Ahora me pregunto cuántos de mis trabajos y exámenes no habrá corregido el profesor sino su lacayo.


Hoy me ha tocado vigilar un examen (aquí están de exámenes por estas fechas) de Civilización Española. Tras este grandilocuente nombre se escondía un examen que preguntaba cosas como ¿Cuál es la capital de España?, ¿Cuál es la población de España? (uno ha puesto 1 millón novecientas mil personas, BRAVO), ¿Qué tipo de gobierno tiene España? (uno ha sido conciso: República), aunque luego no ha dudado en contestar que el jefe de Estado era Juan Carlos I. Había respuestas muy LOL. Le he preguntado a la profesora qué tenía que hacer si veía a alguien copiando o haciendo algo sospechoso y ella me ha dicho: «Nada, mirarlos fijamente». Por cierto, mientras esperaba a la profesora ha pasado por el pasillo un asiático de grandes proporciones con un pollo de peluche a modo de sombrero y una bata azul manchada de lo que parecía pintura portando un radiocassette en el que sonaba una especie de hip-hop mainstream con bien de autotune, a lo Taio Cruz o Jason Garrülo. Por un instante me ha entrado el pánico y me he acordado de los tiroteos perpetrados por un estudiante del mismo origen étnico en un campus universitario en el Virginia Tech. Así de surrealista era la cosa. 


En otro orden de cosas, desde la semana pasada he vivido en un alto grado de estrés puesto que había perdido mi pasaporte, con el permiso de trabajo dentro. Ha sido muy estresante, sobre todo teniendo en cuenta que quiero pasar las navidades en España, y que en la norteamérica blanca por menos de nada te deportan (les gustará el deporte). Long story short, hoy lo he recuperado por fin, se había quedado en la oficina donde me dieron el número de la seguridad social. Cuando la chica del mostrador lo ha sacado de un cajón casi me pongo a llorar. Luego ha mirado superficialmente la foto y me lo ha dado sin más.


Sentí la habitación mucho más mía en cuanto le puse unos cuantos imanes del Dollarama a la nevera. Los primeros días no contenía gran cosa.


Para acabar el día he ido a hacer la colada a la lavandería del barrio. Mi barrio, por algún motivo, siempre tiene a media tarde un decadente aroma a hamburguesa. El caso es que la propietaria de la lavandería es una mujer de Haití llamada Bobette. La mujer insiste en contestarme en inglés a pesar de mis intentos por expresarme en francés y  de que no domina especialmente el inglés. Yo aprovecho estos momentos de lavandería para hacer la compra en un súper cercano. Bobbie se ha quedado vigilándome la ropa, que estaba en la secadora, y cuando he llegado me ha dicho que ya estaba seca. Al tacto es a veces difícil saberlo, porque la ropa recién secada, calentita, tiene una textura rara. 


Subiendo hasta mi portal por las escaleras de la fachada he conocido a un nuevo vecino (es el único que conozco, de momento). Sé que es nuevo porque le oí mudarse el otro día. Hace bastante ruido, en comparación con los demás, si es que hay otros. Tiene toda la pinta de ser estadounidense, es anglófono y fuma porros en el portal. Ha sido amable y me ha ido a ayudar con las bolsas de la compra. Se llama Kevin.


Cuando he ido a guardar la colada me he dado cuenta de que estaba súper mojada aún. He intentado hablar con JC pero se ve que estaba durmiendo y se había dejado el messenger abierto. Es muy frustrante intentar llevar una relación con un mínimo de normalidad cuando nuestros horarios son tan distintos y siento que nunca podemos hablar con tranquilidad. Ojalá fuera más fácil.

La pared de al lado de mi cama tiene una curiosa inscripción.

Para finalizar el post que hoy me ocupa, quiero mandar un saludo especial a mis queridas lectoras Caro (que cumplió las dos décadas hace poco)♥☺♦☻♣ y Nicolas, que son ambas amor de Gran Hermano.

5 comentarios:

gargamel | 20 de octubre de 2010, 1:20

Ya, te comprendo. Cuando sacas la ropa de la secadora es muy raro el tacto, no puedes decir si está seco o está humedo, lo que está es caliente.

Me meo con el señor de la bata y el radiocassette.

¡Pero tienes que salir de pendoneo! que ya va siendo hora

Unknown | 20 de octubre de 2010, 7:49

Acuerdate de sacar tu cámara a pasear por el barrio y muestranos, sí? :D

Kaperucita | 20 de octubre de 2010, 13:07

tu mariliendre se da también por saludada y te recomienda noodles i tequila para el asedio :D

Drizt | 22 de octubre de 2010, 4:10

Ais... como se echa de menos vivir en la misma franja horaria..... ToT

La Ruta de la Cultura | 2 de noviembre de 2010, 17:19

yo cumplí años el 6, BETCH :____
(soy rafa)

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