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Un día en la cuesta de las nieves

As seen on mapa de metro de Montreal

Côte-des-neiges es el nombre de la estación de metro en la que me bajo todos los días para ir a trabajar. Está a 5 minutos de la facultad donde trabajo. Alrededor del campus, la zona es básicamente residencial. Cuando estaba buscando piso, la gente en general me decía que ni muerto me fuese a vivir por allí, que «los fines de semana se queda vacío y parece un barrio fantasma» y que «no hay vida».

Hoy, como casi todos los días, he ido al centro a prepararme la clase. Los lunes doy, por la tarde, dos clases seguidas del nivel avanzado. De 15h-17h y de 17h-19h. Esta semana en la uni están en lo que anteriormente se llamó «semana de lectura», con vistas a dar unos días a los alumnos de descanso y fomentar la lectura, pero en vista de que estos no leían, actualmente ha pasado a denominarse «semana de actividades libres». Por esta razón, la facultad hoy estaba desierta y daba cosica andar por los pasillos. Aún así, el centro donde yo trabajo, y sus usuarios, no entienden de este tipo de cosas y hoy tocaba trabajar con normalidad.

He ido a prepararme la clase por la mañana y he acabado relativamente pronto, así que tenía dos horas libres hasta las clases. He aprovechado para hacer varios quereseres, el primero de ellos, ir al banco a pedir más cheques. 

Kids, (a lo Ted Mosby en la escena inicial de cualquier capítulo de HIMYM), debéis saber que el sistema de pago más habitual en Canadá, y también en EEUU (a juzgar por lo que veo en las series) es el sistema de cheques. Por ejemplo, yo tengo Internet y estoy alquilado en un piso, pues cada mes me llega una facturita al buzón que yo debo pagar o bien yendo al banco o haciendo una transacción online. En el caso de mi alquiler, Locatis (nombre oficial de mi casera desde hace unas semanas) me pidió que le diese los cheques de todos los meses por adelantado con una fecha preestipulada en la cual ella los podrá cobrar. Ya sabéis que es una busywoman y no tiene tiempo ni para enseñar las casas bien, pero para cobrar saca un huequito. Sólo uno

Pues bien, cuando me abrí la cuenta en el banco (no diré el nombre de la entidad porque son unos cerdos codiciosos que me cobran comisión hasta por respirar), me regalaron amablemente 4 cheques, que yo pensé «mira tú qué bien, ahora le puedo pagar a Locatis con cheques como la gente de aquí o como mi abuela aún hace en España». Leopold, mi asesor financiero de ese día (para abrir una cuenta te hacen mucha pompa y circunstancia, has de pedir cita con un encargado y te pasan a su despacho para un vis-à-vis), además de interesarse por España y hacer cuatro comentarios estereotípicos dando a entender que sabía alguna cosa de mi país, me informó de que podría solicitar más cheques en el comptoir, es decir, en la caja monda y lironda donde tiene que ir todo el mundo, como ganado, para realizar cualquier gestión.

Hasta aquí todo era alegría. A los pocos días volví y me planté en el comptoir para solicitar los susodichos cheques. Me dijeron que normalmente se tenían que pedir (y pagar) de 50 en 50 ó de 100 en 100. Yo les expliqué mi caso, que sólo necesitaba unos 5 para poder pagar el alquiler y después yo me iba y todos contentos. Me dijeron que vale, pero que en ese caso sólo podía solicitar 3 cheques por día y por oficina, de hecho, me recomendaron que buscase cualquier otra oficina de la misma entidad para pedir los cheques que me faltaban.

Total, que hoy he vuelto al banco y me ha tocado otra señorita, con pinta de anglófona, aunque no y con esa típica cara rubicunda de mejillas sonrosadas, como si de pequeña hubiese comido muchos pasteles con mantequilla y ahora tuviese ese lozano brillo de cerdita joven. Para romper el hielo de mi petición le he contado que fui allí hace poco para pedir cheques y que ahora quería más. La chica, muy en su sitio, me ha dicho que eso era imposible, que sólo podían entregar chequeras de 100 ó 50 cheques, que eso de los 3 cheques sólo podía hacerse una vez. Con cara de estupor le he contestado que la semana pasada sí que era posible y he señalado a sus compañeros, los que me lo habían asegurado. Viendo que tanto la chica como yo nos acalorábamos, una tipa viejunaperomuyseriayeficiente, con el pelo canoso y un corte asimétrico que su peluquero seguramente le dijo que le quitaba 20 años de encima ha apoyado a Piggy McBitch, diciendo, tajante, que eso no era así, que eran las normas del banco. La jovencita, intentando hacerme ver lo obvio del sistema, con un rolleyes ha dicho que «es que son cheques de dépannage, claro, es que su propio nombre lo indica». Yo, sin saber muy bien qué coño era el dépannage y sin importarme en absoluto, he acabado resignándome y deseando haber sido hablante nativo para montarle un pollo a lo Ruth Fisher cuando pierde los estribos y empieza a tirar cacerolas por la casa y a pegar gritos.

Ruth Fisher, viuda y copropietaria de una funeraria en California

Finalmente, para no haber hecho el viaje en balde, le he pedido a Piggy McBitch que me diera cambio en monedas de un billete de 20 y me he ido al fotomatón de la parada de metro Côte-des-neiges a hacerme unas fotos que necesito para hacer el registro consular y que me ayuden (?) en caso de tener problemas diplomáticos, perder el pasaporte y para que me inviten a las recepciones del embajador.

Cuál ha sido mi sorpresa al meter las monedas, pulsar el botón y descubrir que el fotomatón no era digital, como los de España, sino que era analógico. En un segundo, ha habido un fogonazo que me ha pillado desprevenido, quitándome la chaqueta y mirando hacia el techo, ya que no se veía dónde estaba el objetivo. El sistema tiene sus pros (mejor calidad de imagen, más vintage, fotos más espontáneas) y sus contras (si sales mal, te jodes, no puedes elegir entre 4 tomas, no avisa, no te ves en la pantalla y tarda unos 4 minutos en salir la foto). Me da igual, así saldré en el papeleo del registro consular, que me ha costado 4 dólares la maldita.

Una mirada perdida que quita el sentío

Luego he tenido las dos clases. Es algo realmente agotador. En la primera he paniqueado porque quedando unos 25 minutos de clase hemos llegado al final del guión y me he quedado en bragas, sin saber muy bien por donde tirar. Hemos acabado hablando de temas de actualidad como los mineros atrapados en Chile, el premio Nobel de la Paz chino Liu Xiaobo, el régimen castrista... Y les he mandado deberes. En la segunda clase ha venido una anciana muy espabilada, que tiene pinta de ser de las que sabe latín. Me ha puesto un poco nervioso, porque el comienzo de la clase era un rollazo en el que tenía que explicar las formulas para dar un consejo y era todo muy teórico y aquella me miraba con ojos de hielo, como diciendo «este yogurín no tiene ni puta idea/menudo tostón, ¿cuándo empieza la diversión?». Además, le he pedido que se presentase delante de la clase y ella ha soltado «aquí ya me conocen todos, excepto esos dos» y yo pensando «cari, no me desmontes la clase, que aún nos quedan dos horas». Cada clase que imparto aprendo mucho acerca de cómo hacerlo. Mis alumnos tienen muchas ganas de aprender y de practicar y eso me sorprende y me anima a la vez. Creo que la gente aquí se mantiene culturalmente y físicamente activa mucho más que en España, que somos muy del descanso y de los placeres no edificantes. Curioso.
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La integración

Me he dado cuenta de que pronto hará un mes que estoy en Montreal (para futura referencia, llegué aquí el 28 de septiembre) y poco a poco las cosas han ido encarrilándose. Tengo un piso en el que estoy a gusto, no es el sitio más acogedor en el mundo, pero la cama es cómoda, tengo calefacción y agua caliente, Internet y una nevera. Está muy bien situado. Llego al trabajo en unos 40 minutos y se me hace más corto, suelo hacerlo escuchando música y leyendo algún periódico gratuito como Metro o 24h


Estoy a gusto en el trabajo, aunque soy un poco el último mono y las clases son un subidón de adrenalina al que aún estoy acostumbrándome. Cada alumno es un mundo, a pesar del denominador común 'estamos jubilados' (el 90% de ellos), los hay muy simpáticos, serios, algún borde, callados y otros que se dedican a acaparar la clase. Hay que tener cuidado con ellos. Para preparar las clases, la oficina donde trabajo es genial porque tiene muchos libros y recursos. Con mis dos grupos suelo seguir los libros Prisma B1 y Prisma B2.


Mi antecesor en el centro, un chico muy majo llamado Arnau se ofreció a presentarme a amigos suyos en los diferentes e-mails que nos mandamos tras mi incorporación al centro. A raíz de esto agregué a varios de ellos al Facebook y la semana pasada quedé con ellos. Mi contacto era, en primer lugar un chico llamado Simon, que según me habían dicho trabajaba en una sex shop. Cuando salí de dar clase el pasado miércoles le llamé y entre inglés y francés me explicó cómo llegar a su casa, a pesar de que él no utiliza el metro a menudo. Evidentemente, de camino a su casa me perdí un par de veces y tuve que parar en mitad de la calle a abrir mi macro mapa desplegable para tratar de ubicarme. Cuando llegué a la calle, traté de memorizar el número de su casa, no me acordaba bien (típico) y le volví a llamar para que me confirmara que, en efecto, era el que yo tenía en mente.


Bien de XXXO


El chico era súper simpático, me recibieron él y un perrazo gigante. «No te dan miedo los perros, ¿no?» me preguntó, «No» dije «bueno, un poco añadí» tras ver que el perro estaba especialmente eufórico y me olisqueaba la entrepierna. Temí que se pusiera a bailar merengue de pie y me tumbase. «No estoy acostumbrado a estar con animales» me excusé, con una sonrisa. Luego pasamos a la cocina y me ofrecieron algo de beber, lo cual se agradeció. Empezamos con el vodka yo y el gin él. Mi francés era bastante pobre, pero creo que conseguí expresarme con más o menos soltura. Al poco llegó una chica, compañera de piso, que se unió a la charla. Era muy simpática, y Simon dijo, con humor, que era «la única chica del grupo».


Hablamos de música y me di cuenta de que teníamos un gusto musical similar, lo cual me alegró mucho, se habló de Robyn, Crystal Castles, The Knife, Kylie, Gossip... Sobre todo pop electrónico con alguna concesión al mainstream. Genialidad. Luego nos dirigimos hacia  Le village gai, donde ibamos a reunirnos con otro de los chicos que había agregado previamente (Philippe) y fuimos a un bar que mezclaba elementos del típico sports bar americano, un karaoke y una zona muy amplia con billares (sólo había mujeres jugando a ellos). Tomamos varias jarras de cervezas. En un momento dado llegó Philippe, un chico con muchos tatuajes en los brazos que nos mostró su última adquisición: un tatuaje de la isla de Montreal (el dibujo geográfico) porque dijo que «le gustaba mucho la ciudad». Algo ebrio, le sugerí en tono jocoso que ahora tenía que tatuarse la cara de Céline Dion en el otro brazo. Se rieron. 


Le village gai por cortesía de Wikipedia


La comunicación fue bastante bien, por suerte, cuando hablaban entre ellos desconectaba un poco, porque me cuesta mucho estar conectado todo el rato a la conversación, pero no tanto como para abstraerme del todo. Después de eso, salimos y Philippe dijo que se tenía que ir (recordemos que aquí los estudiantes están de exámenes). Simon y yo fuimos a un pub con poca luz, que Simon describió como de ambiente un poco bear, pero que a mí me pareció de ambiente a secas. Solo había una mujer, eso sí. Y ahí bailamos y pasamos un rato más hasta que salimos y yo estaba hambriento (no había cenado, no consigo adaptarme a los horarios de este país), fuimos directos a un McDonald's que se cruzó en nuestro camino. 


Después de eso, vuelta a casa en autobús y yo me bajé cuando Simon me indicó. Fue una noche muy agradable y ebria. Me lo pasé muy bien y sentí que ya había empezado a tener un poco de vida social en Canadá, por fin. Al día siguiente fui al trabajo con una resaca considerable, que tenía reunión semanal.


Esta semana seguramente también quedaré con ellos y Halloween (probablemente la fiesta más fantástica de Norteamérica) está a la vuelta de la esquina. ¿Alguna recomendación de disfraz?

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Previously on VCEUHDA

NOTA: Las imágenes que adornan este post no tienen relación directa con el texto, sin embargo he considerado que harían amena su lectura e ilustrarían algunos momentos de mi realidad cotidiana en Monti, concretamente de mi piso, del que prometí que hablaría, pero tendrá que ser más adelante.


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Por fin ha vuelto todo a la normalidad, vuelvo a tener internet, tras un intento fallido de compartir conexión con mis vecinos (les dejé unas cartas en los buzones pidiéndoles que compartiesen su internet conmigo, que yo les pagaría mensualmente, en un arrebato de necesidad). Esto, evidentemente, fue una pésima idea y no me hicieron ni puto caso, así que dos días después claudiqué y me planté en mi tienda/videoclub Vidéotron más cercano, firmando lo que hiciese falta a cambio de poder pasar las horas muertas mirando como el feed de mi Facebook no se actualiza porque mis amigos, allende los mares, duermen hace horas.


El caso es que me han ocurrido muchas anécdotas desde que estoy en la coqueta localidad de Montréal. Quería haberme llevado la cámara algún día de paseo por el barrio para fotografiar todos los árboles (presuntamente arces, aunque yo no soy botánico) con sus bonitas hojas rojas y amarillas, que a menudo cubren toda la acera. 


Sin embargo, si que he tenido tiempo de sacarle una foto al misterioso y seductor mensaje que encontré en el espejo de mi apartamento cuando lo visité por primera vez.


El clima es muy tripolar, a veces hace buen tiempo, a veces llueve a cántaros y hay rachas de viento súper fuertes (gracias a la sección de aproximadamente una hora de El tiempo, de Tve1, por la jerga). El otro día fue uno de esos días de lluvia y vendabal. Hagas lo que hagas vas a salir perdiendo. Yo opté por chaqueta sin capucha y paraguas y por poco me vuelo, además, el paraguas se daba la vuelta y resultaba totalmente inútil.


Mi vida social es prácticamente inexistente, pero no sólo porque no exista como tal, sino porque siento que mi tiempo libre está bien invertido en descansar, puesto que el trabajo me come vivo. Tengo que preparar los grupos de conversación, que trabajar en la oficina prestando y devolviendo libros y haciendo otras labores y además en el departamento, a pesar de que parecía que no iba a tener que hacer nada y que iba a vivir súper desahogao, la semana pasada mi jefe me entregó un fardo lleno de trabajos de traducción de sus alumnos para que los corrigiera (el viejo truco de los becarios cardan la lana). Ahora me pregunto cuántos de mis trabajos y exámenes no habrá corregido el profesor sino su lacayo.


Hoy me ha tocado vigilar un examen (aquí están de exámenes por estas fechas) de Civilización Española. Tras este grandilocuente nombre se escondía un examen que preguntaba cosas como ¿Cuál es la capital de España?, ¿Cuál es la población de España? (uno ha puesto 1 millón novecientas mil personas, BRAVO), ¿Qué tipo de gobierno tiene España? (uno ha sido conciso: República), aunque luego no ha dudado en contestar que el jefe de Estado era Juan Carlos I. Había respuestas muy LOL. Le he preguntado a la profesora qué tenía que hacer si veía a alguien copiando o haciendo algo sospechoso y ella me ha dicho: «Nada, mirarlos fijamente». Por cierto, mientras esperaba a la profesora ha pasado por el pasillo un asiático de grandes proporciones con un pollo de peluche a modo de sombrero y una bata azul manchada de lo que parecía pintura portando un radiocassette en el que sonaba una especie de hip-hop mainstream con bien de autotune, a lo Taio Cruz o Jason Garrülo. Por un instante me ha entrado el pánico y me he acordado de los tiroteos perpetrados por un estudiante del mismo origen étnico en un campus universitario en el Virginia Tech. Así de surrealista era la cosa. 


En otro orden de cosas, desde la semana pasada he vivido en un alto grado de estrés puesto que había perdido mi pasaporte, con el permiso de trabajo dentro. Ha sido muy estresante, sobre todo teniendo en cuenta que quiero pasar las navidades en España, y que en la norteamérica blanca por menos de nada te deportan (les gustará el deporte). Long story short, hoy lo he recuperado por fin, se había quedado en la oficina donde me dieron el número de la seguridad social. Cuando la chica del mostrador lo ha sacado de un cajón casi me pongo a llorar. Luego ha mirado superficialmente la foto y me lo ha dado sin más.


Sentí la habitación mucho más mía en cuanto le puse unos cuantos imanes del Dollarama a la nevera. Los primeros días no contenía gran cosa.


Para acabar el día he ido a hacer la colada a la lavandería del barrio. Mi barrio, por algún motivo, siempre tiene a media tarde un decadente aroma a hamburguesa. El caso es que la propietaria de la lavandería es una mujer de Haití llamada Bobette. La mujer insiste en contestarme en inglés a pesar de mis intentos por expresarme en francés y  de que no domina especialmente el inglés. Yo aprovecho estos momentos de lavandería para hacer la compra en un súper cercano. Bobbie se ha quedado vigilándome la ropa, que estaba en la secadora, y cuando he llegado me ha dicho que ya estaba seca. Al tacto es a veces difícil saberlo, porque la ropa recién secada, calentita, tiene una textura rara. 


Subiendo hasta mi portal por las escaleras de la fachada he conocido a un nuevo vecino (es el único que conozco, de momento). Sé que es nuevo porque le oí mudarse el otro día. Hace bastante ruido, en comparación con los demás, si es que hay otros. Tiene toda la pinta de ser estadounidense, es anglófono y fuma porros en el portal. Ha sido amable y me ha ido a ayudar con las bolsas de la compra. Se llama Kevin.


Cuando he ido a guardar la colada me he dado cuenta de que estaba súper mojada aún. He intentado hablar con JC pero se ve que estaba durmiendo y se había dejado el messenger abierto. Es muy frustrante intentar llevar una relación con un mínimo de normalidad cuando nuestros horarios son tan distintos y siento que nunca podemos hablar con tranquilidad. Ojalá fuera más fácil.

La pared de al lado de mi cama tiene una curiosa inscripción.

Para finalizar el post que hoy me ocupa, quiero mandar un saludo especial a mis queridas lectoras Caro (que cumplió las dos décadas hace poco)♥☺♦☻♣ y Nicolas, que son ambas amor de Gran Hermano.
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Condiciones infrahumanas

Y no, no me refiero al piso en el que estoy viviendo. Me refiero a la falta de conexión a Internet que estoy padeciendo en él. Este hecho me impide escribir en mi amado blog, y comentaros acerca de mi adaptación a vivir solo, las pocas horas de trabajo que tengo, la cosica que me da mi cortina de la ducha o una comida de bienvenida a la que nos invitó el coordinador de las oficinas en una cadena de restaurantes propiedad de Céline Dion. ¿Cómo se quedan?


Por favor, rezadle al Dios gitano Xangó o a vuestras divinidades favoritas para que pueda estar conectado a la menoR brevedad, que esto no es vida ni es nada. Y la niña no está higiénica. ARCARDE.


Saludos y muestras de afecto varias.

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¡Ya tengo casa!

Hoy, tras aproximadamente 20 e-mails he conseguido concertar cita con una casera y he ido a visitarlo con Estela. Sobre el piso ya os haré un post monográfico (no es gran cosa y pide a gritos una limpieza integral y un cambio de aires abrir la ventana y poner ambientadores por todas partes para que huela bien) pero finalmente he pagado el depósito y parece ser que en uno o dos días podré instalarme allí. 


Como en mi vida sólo puede haber weirdos, la casera es una mujer con obesidad grado 3, una siempre classy chaqueta de cuero negro y un pelo como si una jauría de hienas se hubiese peleado por el cadáver de un aguilucho ahí dentro. En un momento dado nos ha explicado que antes se dedicaba a criar gatos, lo cual ha explicado muchas cosas.


Tras una visita rápida (supuestamente estaba muy ocupada, y cuando le preguntaba cosas importantes se hacía la loca y la apurada en plan «Bueno, démonos prisa que tú aún no eres comprador ni eres ná y lo primero es ver los pisos», aunque mientras firmabamos el papeleo bien que le daba a la húmeda). Nótese que el papeleo y el depósito se lo hemos dado dentro de su coche. Mi asiento (el del copiloto) estaba cubierto por una toalla de baño amarilla con restos de patatas fritas - sobre los que me he sentado.


Pero bueno, pasado el trance, puedo decir que tengo piso y que está en una zona inmejorable, muy cerquita de la otra chica española y de la calle Mont-Royal, que es una de las más importantes, llena de comercios y de vida, así que ¡ALEGRÍA!


Esta semana tengo que hacer cosas serias como abrirme una cuenta bancaria y comprarme un selular. Puede que Fido sea una buena opción: móvil cutrete (45$), tarjeta SIM (10$) y recarga mínima de 10$. Y además mañana empiezo a trabajar: ¡miedo!


En otro orden de cosas, anoche Estela y yo probamos uno de los platos más emblemáticos de la Canadá francófona: la poutine. Básicamente son patatas fritas con una salsa, queso y bacon, salchicha, aceitunas o todos los condimentos que quieras ponerle: una gorriná, vamos. Aun así entiendo cómo puede resultar súper apetecible ir a por esto tras estar toda la noche de fiesta. Ummmm bien de grasa en mi vida.


¿Quién dijo grasas saturadas?
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La mafia judía

Al final me he tenido que mudar del piso temporal 1 porque su ocupante iba a llegar o mañana u hoy por la noche. Hacer las maletas ha sido un rollo: bien de doblar ropa, mezclar ropa sucia con limpia, secar ropa en el radiador y la parte más divertida, guardar un edredón en una bolsa de plástico al vacío utilizando un aspirador. Todo esto para nada, porque luego para cerrar la maleta me he tenido que sentar encima y he escuchado como el cierre de la bolsa explotaba, dejando salir el aire para comprimirse más. FAIL

Los colombianos me han hecho un brunch de despedida: un revuelto muy rico que llevaba pimiento, varias verduras más que no recuerdo y una longaniza. Qué majos.

Una vez lo tenía todo listo he llamado a un taxi, me he sorprendido de que mi capacidad para expresarme telefónicamente en francés es mejor de lo que creía y me han dicho que en cinco minutos pasaban a por mí.

El taxista era un hombre un poco weirdo que ha resultado ser portugués, y una vez le he dicho que era español ha asumido que entendía todo lo que decía y se ha puesto a hablar sin parar acerca de que a su mujer no le gustaba Canadá, pero que llevaban muchos años viviendo allí, blablablabla y de repente ha dicho: «La mafia judía» y yo he dicho «Ah, ¿que hay mucha mafia por aquí?» y me ha empezado a contar una trama conspiranoide acerca de una supuesta mafia que estaba detrás del ataque a las torres gemelas y de la muerte de JFK y Martin Luther King, detrás de todas las figuras políticas a nivel mundial, hasta del rey de España, e incluso detrás de todas las otras mafias, como la rusa. Y yo pensaba «WTF?» mientras el hombre aseguraba que estaban detrás de todos los comercios y la industria, y que si los políticos no se atenían a sus exigencias, los iban matando lentamente. Brillante. He visto películas de Hollywood con guiones menos imaginativos, aunque ha incurrido en una contradicción, porque en algún momento ha dicho que, para él, «todos los políticos son mafiosos». Finalmente ha concluido diciéndome que «Ahora Barack Obama va muy protegido, con sus aviones privados y sus escoltas, pero como se descuiden... ¡Ras!» *gesto de cortarse el cuello*.

Yo no daba crédito. Creo que tantas horas dentro de un taxi deben volver loco a cualquiera, con este hombre ya lo habían hecho. Luego hemos llegado y mientras el hombre no paraba de hablar acerca de la llave del maletero, que se le había estropeado, yo me planteaba si debía darle propina o no. En base a que me ha devuelto bien el cambio, asumo que no.

Es curioso, porque los taxistas en NYC sí que cobraban su propina siempre. Tendré que preguntar al respecto.

BEWARE.

Ahora estoy quedándome en casa de la lectora de español y sus dos compañeros hasta nuevo aviso. Tengo un contacto de un piso que voy a ver mañana. Me dice que pueden ser tanto habitaciones como un apartamento «depending on your budget». La idea del apartamentito está empezando a convencerme. No quiero tener que bañarme con chanclas o hacer popó en un pasillo en un lugar compartido con vete tú a saber quién.

¡Cruzad los dedos por mí!


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¿Cómo conseguir que Servidor te borre del facebook?

Es muy fácil. Aunque no tanto, no se vayan a creer que yo soy un nazi sin sentimientos, pero hay ciertas cosas que me hierven la sangre. Para muestra, un botón:


La prueba del delito.


Pase que seas una nula que se una a los grupos más ridículos e infrahumanos ever tipo:
«Soc de poble i m'agrada caminar pe mig del carrer» (sic)
«Eh, mone a Ettro??»
«Por lo que no se dice pero se siente...»
«Els Bous la Nostra Festa»
«Soy SOLTER@, FIESTER@ y me ENCANTA !!»
«YO POR MI HERMANO DARIA LA VIDA»
«NO SOY RARO... SOY EDICION LIMITADA ;)»
«A que las MUJERES llenamos un grupo mas rapido que uno de hombres ;)»
«.: No es miedo a ser feliz...es miedo de volver a sufrir...:.»


¿Os hacéis una idea de la nulez, no? Pues bien, yo puedo soportar eso, puedo soportar levantarme cada día y ver con inquietud los grupos a los que se ha unido esta chica, que por cierto, es de mi carrera pero creo que sólo la he visto una o dos veces en mi vida (nunca hemos hablado). Pero que me invite al  contador de visitas oficial... Por ahí no paso.
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La pequeña Sudamérica y la casa del terror




Ayer tuve mi primera toma de contacto con la Universidad. Por la mañana me dirigí a un edificio polivalente donde se encontraba la Maison Internationale, algo así como la OCIE de la UJI, asumo yo, a ver si se apiadaban de mi condición de extranjero jovencito ligado a la universidad, aunque no estudiante, para asesorarme con la búsqueda de piso. Una mujer de amabilidad estándar me dijo que allí no podían ayudarme y que me dirigiese, en ese mismo piso, a los anuncios de logement hors campus. Todos los anuncios tenían alguna pega: precio desorbitadamente caro, no conocía la zona, buscaban chica (estos los detesto con toda mi alma) o barato pero buscaban vegetarianos (!!!). Es de... ¿qué narices os importa si me como una hamburguesa o una alcachofa mientras sea correcto en el trato y os pague religiosamente cada mes? Bastardos.

Anyway, luego quedé con mi jefe y me mostró mis dos centros de trabajo. Uno de ellos es como el CAL de la biblioteca de la UJI. Es básicamente un centro de recursos, como una pequeña biblioteca llena de libros, materiales didácticos, DVD y, ojo al dato, bien de VHS piratillas. Somos muy poquitos trabajando allí. El problema es que esa sede se traslada la semana que viene a otro edificio y me parece que tendré que poner muchas cosas en cajas.

En el otro sitio, que es un departamento de la universidad he conocido a más gente, a la lectora de español (muy simpática y amable), a los del departamento de catalán, que me han parecido súper majos, al director del departamento, al que será mi superior, a otra profesora, a una secretaria... Muchísima gente, de momento me cuesta memorizar algunos nombres y caras. Mis funciones en ambos departamentos siguen sin estar muy definidas, entre que un centro se está trasladando y que de la Uni me han dicho que me pase por allí la semana que viene... Además me están dando manga ancha porque saben que no tengo dónde caerme muerto piso aún.

Por la noche, el chico colombiano y un amigo suyo, junto con un nutrido grupo de franceses/as, colombianos y con una chica que se definía como europea pero que tenía un acento latino que echaba para atrás me llevaron a comer arepas (un plato boliviano y colombiano). El descubrimiento de la noche fue, para mí un refresco no alcohólico con el coqueto nombre de La colombiana (cuyo eslogan reza «La que tomamos en casa». Aun a riesgo de que Mire y Roberto me retiren el saludo me rendiré a la evidencia: es delicioso y refrescante. Creo que en El Corte Inglés venden, ya compraré un día cuando quiera sorprender a mis invitados con un piscolabis exótico.

Voilà, aunque yo la bebí enlatada

Por cierto, en la moderna y cosmopolita Canadá también es delito (al menos te miran mal por) preguntar en cualquier bar si tienen cerveza, así que todos a beber Colombiana y jugo de fruta de la pasión.

Últimamente tengo una exposición latina muy fuerte, (en estos dos días que llevo en Canadá). Ayer incluso asistí a una conferencia (como soy el chico para todo de español está entre mis funciones apoyar este tipo de cosas) sobre Reacciones anticolonialistas ante la independencia de las nuevas colonias iberoamericanas. El profesor era una eminencia y el público estaba entregado (la historia les tocaba de cerca) pero el título de la conferencia era a todas luces una mentira puesto que el tema como tal no se abordó o eso me pareció a mí y duró casi más el coloquio que la charla, con hipótesis lanzadas por el público como 
«Pues yo creo que si en vez de haber sido colonizada por Castilla, Latinoamérica hubiese sido colonizada por Cataluña les habría ido mejor». Vaaaleee ♪ Es tal la exposición que tengo que a veces, hablando me entra la paranoia de que estoy hablando con acento acolombianizado, y le suelo preguntar al interlocutor si es verdad, a lo que se quedan pasmados. Creo que sólo está dentro de mi cabeza. Antes me he descubierto pensando con acento colombiano. Es grave el tema.

Hablando de cosas menos chachis, hoy me ha entrado la bajona más absoluta porque se han juntado dos factores:
1) Mis compis de casa temporales me ponen de patitas en la calle mañana de manera irrevocable e inmisericorde. La chica que amablemente (o sin saber nada) me ha dejado su cama estos días regresa de su periplo y yo me tengo que ir. Estoy triste y angustiado.
2) Después de pasarme la mañana enviando e-mails para visitar pisos, he ido junto con una chica súper maja del departamento que me está ayudando un montón a ver la única casa que me había respondido a algún e-mail. El barrio parecía una especie de Bronx sosegado. Nos ha abierto la puerta un anciano con manchas en los pantalones, presuntamente senil y con los pelos de las cejas muy largos (y cuando digo muy es MUY). Nos ha subido a los pisos superiores, donde había unos pasillos decadentes llenos de puertas con un olor cargado y rancio y nos ha llevado hasta la habitación: un habitáculo enano con una nevera tumbada en medio de la habitación, deshelándose. Una cama con sábanas sucias no, lo siguiente y algo que en su día debió ser una almohada, una cocinita vieja y sucia y, a modo de armario, un recoveco tapado con una tela que jamás me atrevería a apartar. La guinda del pastel era un anodino póster de Río de Janeiro que decoraba la estancia. Hemos salido de allí por patas.

Dramatización

Mañana me iré a casa de esta chica que trabaja en la Uni, que amablemente me ha ofrecido su casa. Sólo de pensar que mañana me toca recoger los bártulos y recorrerme la ciudad con los dos maletones me pongo enfermo.

Sinceramente hoy no ha sido un buen día, he tenido momentos en los que me he llegado a arrepentir de haber venido. Pensaba: Yo en España era feliz, tenía un novio fantástico, los mejores amigos del mundo, una familia protectora y cariñosa, casa... ¿Qué he venido a buscar aquí?

Ya se me pasará.