La integración

Me he dado cuenta de que pronto hará un mes que estoy en Montreal (para futura referencia, llegué aquí el 28 de septiembre) y poco a poco las cosas han ido encarrilándose. Tengo un piso en el que estoy a gusto, no es el sitio más acogedor en el mundo, pero la cama es cómoda, tengo calefacción y agua caliente, Internet y una nevera. Está muy bien situado. Llego al trabajo en unos 40 minutos y se me hace más corto, suelo hacerlo escuchando música y leyendo algún periódico gratuito como Metro o 24h


Estoy a gusto en el trabajo, aunque soy un poco el último mono y las clases son un subidón de adrenalina al que aún estoy acostumbrándome. Cada alumno es un mundo, a pesar del denominador común 'estamos jubilados' (el 90% de ellos), los hay muy simpáticos, serios, algún borde, callados y otros que se dedican a acaparar la clase. Hay que tener cuidado con ellos. Para preparar las clases, la oficina donde trabajo es genial porque tiene muchos libros y recursos. Con mis dos grupos suelo seguir los libros Prisma B1 y Prisma B2.


Mi antecesor en el centro, un chico muy majo llamado Arnau se ofreció a presentarme a amigos suyos en los diferentes e-mails que nos mandamos tras mi incorporación al centro. A raíz de esto agregué a varios de ellos al Facebook y la semana pasada quedé con ellos. Mi contacto era, en primer lugar un chico llamado Simon, que según me habían dicho trabajaba en una sex shop. Cuando salí de dar clase el pasado miércoles le llamé y entre inglés y francés me explicó cómo llegar a su casa, a pesar de que él no utiliza el metro a menudo. Evidentemente, de camino a su casa me perdí un par de veces y tuve que parar en mitad de la calle a abrir mi macro mapa desplegable para tratar de ubicarme. Cuando llegué a la calle, traté de memorizar el número de su casa, no me acordaba bien (típico) y le volví a llamar para que me confirmara que, en efecto, era el que yo tenía en mente.


Bien de XXXO


El chico era súper simpático, me recibieron él y un perrazo gigante. «No te dan miedo los perros, ¿no?» me preguntó, «No» dije «bueno, un poco añadí» tras ver que el perro estaba especialmente eufórico y me olisqueaba la entrepierna. Temí que se pusiera a bailar merengue de pie y me tumbase. «No estoy acostumbrado a estar con animales» me excusé, con una sonrisa. Luego pasamos a la cocina y me ofrecieron algo de beber, lo cual se agradeció. Empezamos con el vodka yo y el gin él. Mi francés era bastante pobre, pero creo que conseguí expresarme con más o menos soltura. Al poco llegó una chica, compañera de piso, que se unió a la charla. Era muy simpática, y Simon dijo, con humor, que era «la única chica del grupo».


Hablamos de música y me di cuenta de que teníamos un gusto musical similar, lo cual me alegró mucho, se habló de Robyn, Crystal Castles, The Knife, Kylie, Gossip... Sobre todo pop electrónico con alguna concesión al mainstream. Genialidad. Luego nos dirigimos hacia  Le village gai, donde ibamos a reunirnos con otro de los chicos que había agregado previamente (Philippe) y fuimos a un bar que mezclaba elementos del típico sports bar americano, un karaoke y una zona muy amplia con billares (sólo había mujeres jugando a ellos). Tomamos varias jarras de cervezas. En un momento dado llegó Philippe, un chico con muchos tatuajes en los brazos que nos mostró su última adquisición: un tatuaje de la isla de Montreal (el dibujo geográfico) porque dijo que «le gustaba mucho la ciudad». Algo ebrio, le sugerí en tono jocoso que ahora tenía que tatuarse la cara de Céline Dion en el otro brazo. Se rieron. 


Le village gai por cortesía de Wikipedia


La comunicación fue bastante bien, por suerte, cuando hablaban entre ellos desconectaba un poco, porque me cuesta mucho estar conectado todo el rato a la conversación, pero no tanto como para abstraerme del todo. Después de eso, salimos y Philippe dijo que se tenía que ir (recordemos que aquí los estudiantes están de exámenes). Simon y yo fuimos a un pub con poca luz, que Simon describió como de ambiente un poco bear, pero que a mí me pareció de ambiente a secas. Solo había una mujer, eso sí. Y ahí bailamos y pasamos un rato más hasta que salimos y yo estaba hambriento (no había cenado, no consigo adaptarme a los horarios de este país), fuimos directos a un McDonald's que se cruzó en nuestro camino. 


Después de eso, vuelta a casa en autobús y yo me bajé cuando Simon me indicó. Fue una noche muy agradable y ebria. Me lo pasé muy bien y sentí que ya había empezado a tener un poco de vida social en Canadá, por fin. Al día siguiente fui al trabajo con una resaca considerable, que tenía reunión semanal.


Esta semana seguramente también quedaré con ellos y Halloween (probablemente la fiesta más fantástica de Norteamérica) está a la vuelta de la esquina. ¿Alguna recomendación de disfraz?

1 comentarios:

Rob* | 10 de noviembre de 2010, 0:28

No sé si lo habré dicho ya, pero me encanta la foto!

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