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«Han hecho de mi vida un continuo striptease»

Hace aproximadamente 6 décadas que no actualizo en el blog y me siento en deuda con la sociedad, así que voy a retormarlo un poco, que me siento in the mood.

A veces simplemente me gusta sentarme en algún café frente a una taza de Earl Grey
y reflexionar acerca de la insoportable levedad del ser.

Retomando un poco la situación, había llegado a Montreal y estaba ligeramente deprimido con la idea de seguir con mi vida aquí, alejado de mi novio y amigos y de vuelta a la rutina de mi trabajo. Los primeros días fueron duros, me sentí solo y ninguneado en el trabajo. Lo cierto es que aquí los auxiliares (que al fin y al cabo, no dejamos de ser becarios) somos el último mono. Los primeros días me sentí como si fuera invisible, no sólo no me pedían mi opinión para dudas que aparecían en momentos puntuales sino que, por ejemplo, en una libreta interna, un compañero se dirigía en el saludo a los otros dos miembros del centro, obviándome por completo. Son pequeños detalles que realmente no tienen la importancia que yo les di, pero uno se sentía sensible y arrancado de su mundo tras el paréntesis navideño que supuso la vuelta a casa.

El caso es que a partir de las primeras semanas, las cosas comenzaron a mejorar. En la oficina cambiaron los ordenadores por otros que funcionaban, así que en los momentos de inactividad puedo conectarme a mis redes sociales y ver qué se cuece. Por otra parte, he vuelto a la rutina y el trabajo y varios proyectos me mantienen ocupado, al menos mentalmente. Me explico: quiero ir al gimnasio, pero estuve hablando con una compañera que se ha hecho el tour para ver precios y características y el que no te clava (todos) por no ser estudiante ni personal de la uni, está a dos autobuses y un rato a pata de distancia o es cutrón... Unos dramas absolutos, mientras que mi novio y amigos around the world parecen haber entrado en una fiebre colectiva por conseguir el cuerpo perfecto, que me parece muy bien, pero me muero de envidia frente a mis carnes no prietas en el espejo. Mi otro proyecto es el de las clases de francés a las que quiero apuntarme, ya sé más o menos dónde son y el precio está muy bien. El problema es la eterna lucha interna: entre tiempo libre/perreo y las horas que le dedico a mi trabajo, ¿dónde caben el gym y el francés?

Ciclotímica, vulnerable y tierna. Las mil caras de la vedette.

En el trabajo todo sigue igual: a veces más ocupado, a veces menos. Los talleres son una fuente de estrés, superación personal, aprendizaje y sensación gratificante. Hay alumnos rancios y alumnos súper entrañables. Hoy, sin ir más lejos, una señora secota, jubilada como el 90% de ellos, con el pelo gris y que dedica su vida a meditar y a leer bajo una lámpara que le nutre con la vitamina D que el ausente sol de Montreal no le da, me ha preguntado, en mitad de la clase: «Y tú, ¿qué haces aquí?», a sabiendas de que mis pocas clases como profesor de los talleres no pueden ser un motivo ni una razón únicas por las que una persona esté tan lejos de su casa. Les he explicado mis motivos y mis tareas dentro y fuera del departamento y parece que les he convencido. A veces creo que algunos sospechan y les nace la malicia dentro, pues intuyen que mi francés es bastante pobre y en mi universidad es requisito ser francohablante para trabajar en ella. Fascismos o discriminaciones positivas del lenguaje, que en Quebec abundan y en mi opinión muchas veces no hacen más que separar a la gente con esnobismos como «los anglófonos son tontos/no nos gustan/no nos caen bien». 

Que muchos sean cerriles y tengan complejo de monolingües no lo niego. Y que bien cierto es que los anglófonos, en su mayoría, pretenden de manera arrogante que todo el mundo les entienda con su inglés sin mover un dedo ellos por la coexistencia lingüística, también, pero existe mucha prohibición absurda, como en algunos centros de trabajo, donde la gente está obligada a hablar en francés, no ya de cara al público, sino entre ellos. ¡PERO BUENO! ¿Quién es nadie para decirle a otra persona en qué idioma tienen que hablar dos personas entre ellas? ¿Resulta que ahora tengo que hablar yo con otros profesores de español en francés por ley? Bueno, por suerte aún no ha venido nadie con esas imposiciones a mi centro de trabajo, pero las he visto similares. Mi jefe lo apoya y considera que es un milagro que 7 millones de francófonos hayan conseguido preservar su lengua entre miles de millones de anglohablantes. En parte tiene razón, pero yo no considero que el francés esté tan en peligro como él lo pinta. Aunque por otra parte conozco gente que hace una vida totalmente normal en Montreal sin saber ni papa de francés. Están las dos típicas caras de la moneda, en España pasa igual. También están aquí los que opinan que como parte de Canadá, deben tener derecho a expresarse en inglés y que no debe haber tanta persecución. Y en medio la gente, junta pero separada por la barrera del idioma.
DISCO INFERNO

Con respecto a mi vida social, las cosas empiezan a mejorar. Hace poco conocí a una chica súper maja a través del last.fm, mientras estaba mirando los asistentes al concierto de Robyn en la sala Metropolis el próximo 27 de enero. Me extrañó mucho ver a alguien con una música tan guay (no sólo Robyn, tenía el tipo de música que yo envidio por su coherencia, todo tan indie electrónico, tan intelectual, tan refinado) y no dudé en mandarle un mensaje. Esta chica promete ser la revelación de la temporada final de wherethewildcuquisare. Ya veremos si no se queda todo en agua de borrajas después. Ahora tengo varios proyectos en mente que me emocionan: cena el viernes con posible ronda de videojuegos posterior (esta chica tiene muchísimas video consolas [se dedica al testeo y a la traducción puntual de videojuegos. EMOCIONANTE]), IglooFest el sábado 22 (será la noche más fría hasta la fecha de mi estancia en Montreal, los termómetros auguran -28ºC de sensación, Nota mental: habrá que beber bastante), concierto de Robyn el 27, Carnaval de Invierno en Quebec, trabajo, gym y francés, llegada de JC hacia pascua con concierto de Kylie (la Gaga actúa 2 o tres días antes, pero mi amigo Philippe dice que las entradas van a ser imposibles de conseguir, porque se agotaron a las horas de salir. Bueno, digo yo, nunca subestimemos el poder de la reventa, que yo el día anterior al concierto de la Gaga estaba arrastrándome por Internet para revender la mía a precio de coste). Todo está en el aire. Pero me emociona.

La vida en Monti me emociona.


Nota: el título viene de una entrevista a The Legendary Miss Anita Obregón en El mundo en 2003. Clic aquí para una buena dosis de la protagonista de Ellas y el sexo débil.
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Unas 11 horas de vuelo y tres escalas después...

He vuelto a Montreal. Estoy absolutamente muerto, aunque no tengo mucho sueño. Me reafirmo en lo aburridos que son los vuelos largos cuando estás solo. Desde que me he despedido de mi madre y de JC esta mañana en Valencia ha habido varios momentos crisis.

El primero de ellos ha llegado cuando, en la cola de facturación en barajas, una miembra de Continental Airlines me ha dicho que para poner los pies en EEUU y hacer el transbordo que tenía que hacer en Newark, NJ necesitaba una autorización llamada ESTA (lol) que se obtiene a través de Internet rellenando un formulario y previo pago, claro. Sin dejar que cundiese el pánico le he preguntado dónde podía conectarme a Internet para hacerlo y se ha puesto a pensar y ha dicho «A ver... puedes ir al Corte Inglés. Ah, no, que hoy está cerrado» y yo pensando que qué locura, que cómo me iba a ir yo a buscar un Corte Inglés en Madrid, con lo grande que es, teniendo el vuelo en un par de horas. Finalmente me ha indicado una modernité de máquinas que en realidad estaban por todas partes que eran una especie de cabinas de Internet, que estoy seguro que el lumbreras que las ideó, probablemente en alguna cabina prefabricada de alguna oficina de Movistar en el mundo, se creyó el Alexander Graham Bell de la nueva era. 

Estas máquinas, por descontado, estaban todas rotas o no cogían mi dinero (he tenido que ir a una oficina de cambio de moneda para que me diesen monedas porque tenía billetacos pero no dinero cash. Unos dramas) y cuando finalmente una se ha tragado mi moneda, la muy maldita no me abría la web y funcionaba con velocidad pleistocénica. Mi madre ha llegado a casa y ha apagado el móvil para dormir sin que la molestasen, con lo cual estaba incomunicable. Finalmente, JC, ese héroe moderno, me ha salvado la vida, guiándole por Internet, mientras hacía voz de dormido.

Tras la debacle de las 8 horas 45 min del trayecto Madrid - Newark (he empezado a ver La red social, pero no entendía nada con mis casquitos, ni siquiera en español latino, y no había opción subtítulos, así que finalmente he optado por leer y dormir la mayor parte del trayecto), he pasado por inmigración, el momento más temido y una vez he llegado a la cinta para recoger las maletas he pensado «Voy a llamar a mi madre para decirle que ya estoy aquí y bla bla». Ha salido la maleta y la he cogido y he llegado hasta otra puerta que también estaba vigilada y uno de los de seguridad me ha dicho que no con un gesto y en seguida he entendido que no debía estar hablando por teléfono allí. Me he despedido rápidamente y he apagado el móvil. Cuando he llegado a la altura de los vigilantes, el que me ha recogido un papelito que te dan en el avión, en el que indicas cuántos viajáis, para qué vas a su bendito país, si eres un contrabandista de licor, cigarrillos y carne, un maleante o si has estado en una granja hace poco (!!!) me ha mirado muy seriamente y me ha dicho lo siguiente "If I see you again using your cell phone, I'm gonna make you wait here for three hours, you'll lose your flight and we'll make your life a living hell".


Así me he quedado yo, flipando en colores. He dicho un Okay con la boquita pequeña y he seguido andando, pero me ha dado mucha rabia y no he podido parar de pensar en ello. Me sentía amenazado y despreciado. Estaba hablando con mi madre al llegar a un país extranjero sin saber que en esa zona, ya pasada la aduana y con mi maleta en la mano no se podía usar el móvil, no soy un puto terrorista. ¿De verdad tienen derecho a hablarme así? Me ha indignado hasta tal punto que quería poner una queja en algún lugar, pero bueno, sé que habría caído en saco roto. Era yo el que estaba cometiendo una infracción, y él hacía su trabajo. Si ellos tienen la premisa de meter miedo en el cuerpo, para que las posibles amenzas (al fin y al cabo CLIENTES que pagan su sueldo y a muy buen precio) sientan que son mierda que entra en su maravilloso, glorioso, esplendoroso país que todos los que no han nacido allí quieren bombardear porque son gentuza y comunistas y paganos y maleantes...

Encontrarme con un impresentable de esa calaña no ayuda a mejorar la sensación de desazón que tenía ya de por sí con la idea de volverme. Han sido unos días maravillosos en casa, con todos mis amigos, familia, etc. Ha sido breve pero muy agradable y la verdad es que se me hacía muy cuesta arriba volver. Estoy bastante pesimista y desanimado con respecto a los seis meses que me quedan en Montreal. Hace frío, tengo que trabajar, estoy solo... Venía desde la estación de metro arrastrando los pies y la maleta, mirando al suelo en vez de al lugar que dejé hace unas semanas. Quizá sólo sea el cansancio.