Un día de perros

Cuando Roberto mencionaba hoy a través de su Twitter que le había atacado un yorkshire con peúcos y que «no hay nada más humillante» he pensado que esta mañana me ha pasado una de las pocas cosas más humillantes y facepalm-iles del mundo. Os relato.




Salía yo de casa hacia el trabajo preocupado con la clase de hoy, a la que iba a asistir mi pesadilla particular de los últimos tiempos, la AOL (Angry Old Lady), cuando giro el pomo para bloquear la puerta, salgo y cierro. Como siempre me entra la inquietud de revisarme los bolsillos de la mochila para ver que lo llevo todo. Falta algo, no he cogido mis llaves. En mi mente aparece un fragmento nítido de mi casera, la señora Locatis, advirtiéndome severamente con respecto a dejarme las llaves en casa y cerrar: «No te dejes las llaves porque no quiero que mis inquilinos estén llamando a mi casa y molestando a mis padres, que son mayores. Además, tu inglés no es perfecto y el de ellos tampoco y puede que si te dejas las llaves en casa tengas que pasar la noche en casa de Estela». Se me cae el mundo al suelo.

De nada ha servido el sucinto pero certero post-it pegado en mi puerta que lee, en mayúsculas «¿LLEVAS LAS LLAVES?», la he cagado hasta el fondo una vez más por despiste y por desastre. Pienso. Llamo a la casera, nadie lo coge. Le mando un sms al teléfono, recibo un mensaje automáticamente generado que me indica que estoy intentando mandar un sms a un fijo y me pregunta si lo estoy haciendo en inglés o en francés. Confuso y asustado ante la perspectiva de ver a Locatis cabreada con su chaqueta de cuero y su pelo de recién levantada, con maquillaje en los ojos de hace varios días y oliéndole el aliento a Whiskas (es un personaje real pero como si hubiese salido de la mente de Stephen King) decido intentar arreglarlo sin recurrir a ella. Llamo a Daniel el colombiano pero no me responde, llamo a mi jefe y me devuelve la llamada. Le cuento el dramón y le pregunto si conoce algún cerrajero, busca en Google y me da varios números que, en mitad de la calle y tras darme cuenta de que también me he dejado la agenda, me apunto en la mano. Entro en una ferretería a contarles lo que me ha pasado y tras darme otro número de cerrajero, se desentienden.

Frente a mi casa llamo al primer número, les cuento mi problema en francés macarrónico y con la voz agitada, me ponen en espera (suena algún clásico pop previsible rollo Kiss fm), así hasta hablar con dos hombres más y contarles el problema (con sendos interludios cortesía de la Kiss fm). Intuyo que si están ocupados se pasan la llamada de una empresa a otra, así acaparan el mercado, bien que me parece. El último señor me dice que tardaría media hora, tres cuartos como mínimo en llegar. Hace hincapié en el como mínimo por segunda vez. Sin cajas destempladas le digo que estoy en un apuro, que voy a probar otros números y que si no encuentro nada le volveré a llamar.

Llamo a otro de los números (mi jefe me había dado tres) y me lo coge una mujer hablando en un idioma misterioso y desconocido por mí. Le explico todo mi problema y ante la confusión le pregunto «C'est chez le serrurier?» y me responde «Wrong number». Finalmente, el siguiente teléfono me promete estar en mi casa en 20 minutos. Espero frente a mi edificio escuchando música con el ipod. Sale de la planta baja un hombre con cierto parecido a Cam de Modern Family en batín y pijama. Básicamente sale a pulular por el porche. Yo permanezco de pie frente al edificio, en actitud de espera. Como veo que mi presencia le llama la atención y cada vez disimula menos el pululeo, le saludo.


Oh cielos

Ante su curiosidad le explico lo que me ha pasado, le pregunto si trabaja en el edificio (esto jamás lo entendió) y le digo que me da miedo llamar a la casera y le explico el motivo. Él menciona «That son of a bitch», en referencia a Locatis. Me dice que intente entrar por mi ventana a través del patio interior y de la escalera de incendios que da a la ventana. Recorro el laberíntico y sombrío edificio tras él pensando en asesinos en serie americanos con sobrepeso que se disfrazan de mujer o de payaso y guardan a sus víctimas en habitaciones unipersonales como la mía. Bajo por unas escaleras de madera ultra precarias, el segundo escalón está suelto y casi me mato, llego hasta mi ventana pero es imposible levantar la mosquitera, de todas formas el cerrajero ya está al caer.

Salimos a la calle justo cuando el cerrajero sale del coche. Cam nos abre la puerta de la calle con una llave que se saca no se sabe muy bien de dónde. Con un spray y una ganzúa, el cerrajero (un chico poco mayor que yo, bastante callado) abre mi puerta y me demuestra una vez más una idea que yo siempre he tenido, lo fácil que debe ser robar en una casa pidiéndole a un cerrajero que te abra la puerta. No te piden ni fotocopia del alquiler ni identificación ni nada. Entro en casa y me dice «son 65$, si quieres un recibo te tengo que cobrar las tasas», tras lo que yo le doy 65$ y el chico se marcha. Cam se asoma a la puerta de mi habitación mientras busco las llaves, «¿Puedo entrar?» dice, le doy permiso. Me observa buscar las llaves como un desesperado. No están. Cojo la mochila y del bolsillo de la derecha, donde está mi cartera y donde habitualmente llevo las llaves, salen las llaves. Las llevaba encima y no las he notado al tacto y he panickeado. En vez de buscar más a fondo he sucumbido al terror. Imbécil.

Tenía las llaves conmigo y he vivido la paranoia de que no. Me he llevado la mano a la cara con estupor. Con la quemazón de los 65$ aún en el bolsillo he mirado a Cam y le he pedido que por favor no le contase lo que acababa de presenciar a nadie (como si tuviésemos algún conocido en común o algo). Me he sentido la persona más inútil del universo. Estoy tan avergonzado que no se lo he contado ni a mi jefe ni a nadie del trabajo. La versión oficial es que el cerrajero simplemente me abrió la puerta, le pagué y las llaves estaban dentro.

Cualquier otra cosa es demasiado humillante.

5 comentarios:

gargamel | 15 de noviembre de 2010, 21:15

Nos puede pasar a todos.

ginersito | 16 de noviembre de 2010, 6:53

¿Mover cielo y tierra porque crees que te has dejado las llaves en casa hasta el punto de llamar a un cerrajero y pagarle una pasta sólo para descubrir que las llevabas encima, en un bolsillo?

La sensación de lameness no me la quita nadie.

gargamel | 17 de noviembre de 2010, 6:37

Exactamente así no, pero liarla mucho, quedar en ridículo y descubrir que todo podría haberse evitado por conservar la calma y mirar bien, es algo que nos puede pasar a todos, excepto a Kylie que no es humana (aunque haya tenido cáncer).
Intentaba darte ánimos, xiquet.

Kaperucita | 17 de noviembre de 2010, 13:38

pobreeeeeeeet! bueno, al menos ya sabes a qué cerrajero llamar si vuelve a ocurrir :)

Mireia | 8 de diciembre de 2010, 12:01

Ayyy... a la francesa le pasó eso y ni corta ni perezosa le empezó a sacudir patadas a la puerta hasta que la forzó, porque ella lo vale. No te preocupes que seguro que es la primera y la última vez que te pasará eso ;)

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